Hola a todos!
En esta oportunidad compartimos con las familias de sala naranja las actividades realizadas en el marco de la Jornada de Literatura, en la cual durante toda la semana disfrutamos de la visita de abuelos y abuelas de la sala, quienes ofrecieron un momento de disfrute a partir de la palabra, brindándonos cuentos, canciones, poesias y relatos. Aquí les dejamos algunas imagenes y textos para compartir en familia desde sus hogares.
¡Muchas gracias por participar!
Los nenes y nenas de sala naranja y la Srta. Carolina.
Cancion del Jardinero (Maria Elena Walsh)
Mirenme, soy feliz
entre las hojas que cantan
cuando atraviesa el jardín
el viento en monopatín.
Cuando voy a dormir
cierro los ojos y sueño
con el olor de un país
florecido para mí.
Yo no soy un bailarín
porque me gusta quedarme
quieto en la tierra y sentir
que mis pies tienen raíz.
Una vez estudié
en un librito de yuyo
cosas que sólo yo sé
y que nunca olvidaré.
Aprendí que una nuez
es arrugada y viejita,
pero que puede ofrecer
mucha, mucha, mucha miel.
Del jardín soy duende fiel,
cuando una flor está triste
la pintó con un pincel
y le toco el cascabel.
Soy guardián y doctor
de una pandilla de flores
que juegan al dominó
y después les da la tos.
Por aquí anda Dios
con regadera de lluvia
o disfrazada de sol
asomando a su balcón.
Yo no soy un gran señor,
pero en mi cielo de tierra
cuido el tesoro mejor
mucho, mucho, mucho amor
Alguna vez cuando ames...
Si una piedra tiene amor
y de amor está mojada,
con el agua y el amor
florecerá una mañana.
Con el agua saldrá un tallo,
y con el amor, tres alas,
tres pétalos voladores
coloreados de naranja.
Esta es historia de piedra
en piedra estaba grabada.
Ocurrió hace mucho tiempo,
cuando las flores hablaban.
Hubo una calle que hubiera
sido una calle sin fama,
con quichicientas piedritas
y una sola enamorada.
Era una piedra muy gris;
de tan gris era azulada;
de tan azul tenía cielo
y al cielo le reclamaba:
"Envíame una semilla, cielo,
tú que tienes tantas;
es tibio mi corazón
aunque sea fría mi cara
yo la apretaré muy fuerte
y le daré toda el agua
que he guardado entre mis grietas
para cuando alguna caiga."
Y al fin cayó una semilla
y, viéndose cobijada
al arrullo de la piedra,
se fue convirtiendo en planta.
La piedra tenía amor;
de amor estaba mojada.
La planta le dio una flor
que se llamaba Natacha.
Era flor desconocida
por pétalos tenía alas
y como era muy pequeña,
todavía no volaba...
Ni bien que las otras piedras
hubieron visto a Natacha
no supieron que decir
y dijeron cosas malas
murmuraciones de piedras
que no guardaban el agua;
murmuraciones de piedras
que no tenían Natachas...
"Una piedra es una piedra:
vive helada y muere helada";
"nació para que la pisen:
debe quedarse callada",
"su destino es un camino
o los pies de una montaña",
"es una ley que está escrita
y las leyes no se cambian";
"éste es camino importante:
lo pisan muchas pisadas,
y una flor en el camino
siempre muere destrozada".
Tararín, Natacha crecía,
tararán, las piedras hablaban.
Tararín, el frío en las piedras,
tararán, calor en Natacha.
Y pasó una mariposa
y un túlipan con canasta
y una flecha de papel
y un sobre con una carta
y pasó un caballo blanco
y un grillo con su guitarra
y unos cuántos caminantes
y ninguno la pisaba.
Era Natacha el jardín
y el jardín era Natacha
y era tanto su perfume
que solo se derramaba
y la piedra no cabía
en su casaca azulada
y el corazón se le abría
como la lana mojada.
Alguna vez, cuando ames,
si sabes guardar el agua,
con el agua saldrá un tallo
y con el amor, tres alas
y te crecerá una flor
coloreada de naranja,
entre las murmuraciones
de los que nunca hacen nada
La balada de Doña Rata
Doña Rata salió de paseo
por los prados que esmalta el estío;
son sus ojos tan viejos, tan viejos
que no puede encontrar el camino.
Demendóle a una flor de los campos:
-guíame hasta el lugar en que vivo.
Más la flor no podía guiarla
con los pies en la tierra cautivos.
Sola va por los campos, perdida;
ya la noche la envuelve en su frío,
ya se moja su traje de lana
con las gotas del fresco rocío.
A las ranas que halló en una charca
Doña Rata pregunta el camino,
mas las ranas no saben que exista
nada más que su canto y su limo.
A buscarla salieron los gnomos,
que los gnomos son buenos amigos.
En la mano luciérnagas llevan
para ver en la noche el camino.
Doña Rata regresa trotando
entre luces y barbas de lino.
¡Qué feliz dormirá cuando llegue
a las pajas doradas del nido!
Copihuapi
Cuenta la historia que debajo de mi pueblo existe un lugar llamado Copihuapi. Este lugar está habitado por unos duendes pequeñitos, apenas del tamaño de un gato flaco. Sus narices son puntiagudas y sus orejas largas, casi tan largas como las de los conejos.
Viven en forma muy organizada. Cada uno de ellos tiene una función específica que debe cumplir para que la comunidad no se desarticule. Hay cocineros, lavadores, médicos de duendes, maestros, agricultores, bomberos, pintores, constructores de casitas y todas las profesiones necesarias para que su sociedad siga adelante con comodidad.
Excepto una: no hay fabricantes de gorros. Ningún copihuapense pudo aprender a hacer gorros ni sombreros y todos andarían con la cabeza descubierta si no fuera porque salen por las noches a cazar medias.
Cuando todo mi pueblo está inmóvil y el silencio se trenza con la oscuridad bajo los álamos... a la hora en que la luna sube a lo más alto del cielo los duendes salen atravesando sus túneles parecidos a madrigueras y se esconden debajo de las camas. Esperan a que los chicos estén soñando con ángeles y misterios para asomarse, despacito y silenciosamente, y empezar la cacería. Como son muy coquetos no les gusta usar el mismo gorro todos los días ni tener gorros del mismo color, por eso capturan una sola media de cada par y las llevan poco a poco para que nadie sospeche.
Imaginen que, de pronto, en una casa falten todas las medias que corresponden a los pies derechos de la familia... se armaría un lío bárbaro... todos andarían con un pie desabrigado y buscarían resolver el misterio de la desaparición. En cambio, al faltar sólo alguna, los grandes creen que se la tragó el lavarropas o que se la llevó el perro para mordisquearla.
Apenas cazan una media, los duendes se la ponen en la cabeza. Algunos la usan con la punta anudada, otros la arremangan hasta que queda como un casquito y también están los que la llevan con el extremo colgando y le cosen un adorno (como un cascabel, un pompón o un botón dorado). Después vuelven a su hogar y cuando se reúnen con sus amigos presumen y compiten para ver quién lleva el gorro más bonito.
Pero los duendes de las medias son muy agradecidos. Cuando se llevan una media, dejan a cambio un obsequio para quien había sido su dueño. Casi siempre son cosas que pasan desapercibidas, cosas que llegan sin que nos demos cuenta, como un sueño muy lindo o un deseo que se cumple, una musiquita que nos arrulla mientras dormimos, una brisa fresca que entra por la ventana en el verano. Pero a veces nos dejan cosas que sí podemos tocar, aunque no sepamos cómo llegaron: una piedrita de hermoso color, un caracol que se arrastra dejando una huella brillante sobre las baldosas, el silbido finito de un pájaro frente a la ventana o un par de mariposas que revolotean sobre un charquito.
Lo importante es que los chicos sepan y puedan contarle a sus mamis que cuando falta una media no se perdió por descuido, sino que, en realidad, un copihuapense la cazó y, seguramente, anda por “Copihuapi” luciéndola sobre su cabeza.
Isabel Ali